Día Internacional de la Mujer (1911-2011)

 

Hoy se conmemora el centenario del Día Internacional de la Mujer. El tema de este año es: «igual acceso a la educación, formación, ciencia y tecnología: sendero para un trabajo digno para las mujeres”.

Felicidades a todas.

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Una isla encantadora

Llegamos a Jekyll Island en la tarde. Esta isla tiene un encanto particular, es el sitio ideal para bañarse en ese mar cristalino y tenderse en sus blancas arenas. Además fue lugar de descanso de multimillonarios estadounidenses, durante muchos años.

Nos hospedamos en un hotel modesto cerca de Horton House. Nuestro dormitorio miraba al mar, la vista era magnífica a la puesta de sol. Se respiraba una tranquilidad inusual.

Nos disponíamos a desempacar para bajar a cenar cuando sentimos golpear la celosía. Nos sorprendió porque no había viento, por lo tanto fuimos a ver qué ocurría. Nada pudimos ver.

Luego de degustar una exquisita cena, salimos a tomar aire al parque que rodeaba el hotel. La luz era muy tenue y caminar se dificultaba. Ernesto tropezó con algo duro, parecía un cuerpo inerte. Era un cadáver. Luego otro y después otro. ¿Estábamos soñando? ¿Era producto del champán que habíamos bebido?

Regresamos al hotel. Cuando tocamos el timbre en conserjería, no hubo respuesta. Tomamos la llave y subimos a nuestra habitación sin querer recordar lo visto.

Nos enteramos, al otro día, que Dr Jekyll había pernoctado en la isla homónima.

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¡Felices Fiestas!

Con cariño,

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Salió el tiro por la culata


A mí me empiezan a entrar dudas. No sé si lo herí o lo maté, pero su cuerpo desapareció.

Volví en la madrugada para cerciorarme de que no me molestaría nunca más y lo que vi me dejó atónita. En ese lugar que había elegido con mucho cuidado, sólo quedaba una aureola roja. Alguien retiró el cadáver o si él no estaba muerto se habrá escapado y ahora la venganza será terrible.

No puedo dormir pensando en lo que me puede suceder. No tengo remordimiento sino un temor incontrolable.


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¿Quién eres?

A mí me empiezan a entrar dudas. ¿Cuándo nos conocimos? ¿Fue aquel día que me invitaste a bailar o fue cuando nos dimos el primer beso?

A veces me parece que no te conozco, otras, que te conozco de toda la vida, hasta de otra vida.

Cuando tienes esos arrebatos de cólera, te desconozco. Cuando estás tranquilo y lleno de calidez, eres el mismo de siempre. La persona que conocí y elegí entre tantas.

La duda queda flotando en el aire.


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Pareja despareja


A mí me empiezan a entrar dudas. No sé si soy yo o soy tú.

Cuando estoy positiva, con ganas de hacer cosas, de cantar, bailar, amar, esa soy yo.

Cuando el pesimismo me invade, cuando veo todo gris o negro, esa soy tú.

Entre yo misma y yo tú podemos formar una pareja.

Los polos opuestos se atraen.

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Él y su guitarra

Siempre le interesó aprender a tocar algún instrumento, pero nunca pudo por diversos motivos: estudio, falta de estímulo familiar o trabajo.

Los años fueron pasando y ese interés quedó relegado, casi olvidado. Ahora, septuagenario y con mucho tiempo libre, decidió darse una oportunidad.

En música no sé si se da la máxima: “lo que se aprende de niño cuesta mucho menos”; de lo que estoy segura es que cuando uno tiene ganas de hacer algo, sin tener en cuenta la edad, lo logra.

Me pone feliz ver a este hombre de cabello sal y pimienta salir con su guitarra, consuetudinariamente, con una sonrisa a flor de piel. Es una de esas pequeñas cosas simples de la vida que pueden alegrarnos el día.

Nunca es tarde para empezar a aprender.

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Tierra adentro

 
 
 
 
 
Era el típico paisano, caminaba con las piernas abiertas como si recién se hubiera bajado del caballo. Lo apodaban “El Chueco”, hombre de una sola palabra, nacido en el corazón de la patria gaucha.

Había conocido a Eulalia en un baile de la escuela, le dijo una sola palabra: “¿Bailamos?” y ahí él le empezó a arrastrar el ala hasta que, después de un tiempo, se ennoviaron.  Los ojos azules de Eulalia y su piel tan blanca lo prendaron, tanto que un día le pidió que fuera su mujer.

Consiguieron un trabajo de capataz y de cocinera en una estancia, respectivamente. El dueño era un hombre muy rico, pero muy tacaño y negrero. Su familia se daba banquetes, cuando se reunían todos los fines de semana,  pero a los peones los trataba como a animales. Comían fideos de bolsa, amojosados y viejos, galleta de campaña tan dura que le rompía los pocos dientes que les iban quedando.

Ellos vivían en un rancho de zinc, casi una perrera. Había varias donde vivían los otros peones solos o con familia. No tenían baño, solo un pozo negro; para bañarse utilizaban una olla donde calentaban el agua y lo hacían atrás de un árbol de donde colgaban unas telas de color para no ser vistos.

El contraste de estilos de vida era enorme. El Chueco había escuchado en la radio, durante años, sobre comunismo, socialismo, reparto más justo de la tierra, críticas al latifundio, oportunidades de obtener un pedazo para trabajar, pero ahí no se divisaba ningún cambio.

Lo que sentía El Chueco era general, esa impotencia de querer salir de esa pobreza e indigencia y no poder iba carcomiendo sus cerebros, así como también sus físicos.

Una  tarde el patrón los llamó y les dijo que estaba desconforme con todos, hacían mucho cebo, él les pagaba para que sacaran la estancia adelante y no había mejoras. Como castigo les iba a racionar la comida y no comerían carne por un mes entero.

Como gente de campo que eran, hombres de pocas palabras, nadie emitió sonido alguno. Se retiraron a su rancho, dispuestos a levantarse temprano para empezar un nuevo día. Al menos eso era lo que creía el Sr. Ordeñana.

Era jueves y amaneció lloviendo,  un pariente del dueño llegó temprano de la ciudad buscando a Ordeñana. Los perros ladraban, pero no se veía a nadie. No salió el capataz, como era la costumbre. Golpeó sus palmas, pero no hubo respuesta.
 
Decidió subirse a la camioneta para dar una vuelta por el campo para ver si veía a alguien que le indicara donde estaba el dueño. El visitante se había anunciado para la mañana.  De pronto ve un bulto flotando en la cañada, se acerca embarrado hasta las patas y reconoce a Eugenio. Sale rajando como si hubiera visto la luz mala.
 
Después lo de siempre, la policía, interrogatorios,  la autopsia del cadáver. Lo que nunca se supo fue el paradero de todo el personal de la Estancia San Jacinto, como tampoco la causa de la muerte del dueño.
 
 Se dice que tiempo después un señor muy conocedor del campo, casado con una mujer de ojos azules y de tez blanca, compró una estancia tierra adentro.

 
 
 
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Verba manent

TeamarétodalavidanuncateolvidaréereslomejorquemehapasadolediceRobertoaElena.
Notepuedovereresrepulsivoysoberbioseríasunmaridoespantosonuncapodríaserfelizellacontesta.
Las palabras seducen, pero también hieren. No se las lleva el viento, perduran en la mente y en el corazón.  Saber usarlas de manera adecuada requiere inteligencia lingüística, creativa, verbal y social, entre otras. No seamos los “bárbaros” del mundo moderno, hagamos de la palabra nuestra mejor arma.



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Palabras más, palabras menos

-Le doy mi palabra, palabra de honor.

Usted no tiene palabra. Sus palabras se las lleva el viento.

-Me ha dejado sin palabras, hay palabras que matan.

-Quiero hechos y no palabras.  A buen entendedor, pocas palabras bastan.

-¿Esa es su palabra del día? ¿Qué pretende: palabras de amor?

-No, sólo palabras de aliento y de agradecimiento.

-Es mi última palabra.

-Palabras, sólo palabras.

Vivimos inmersos en un mundo donde la palabra tiene una importancia fundamental.

Las palabras forman sintagmas y oraciones para que sea posible la comunicación.

La palabra es un vínculo esencial entre los seres humanos.

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