Siempre le interesó aprender a tocar algún instrumento, pero nunca pudo por diversos motivos: estudio, falta de estímulo familiar o trabajo.
Los años fueron pasando y ese interés quedó relegado, casi olvidado. Ahora, septuagenario y con mucho tiempo libre, decidió darse una oportunidad.
En música no sé si se da la máxima: “lo que se aprende de niño cuesta mucho menos”; de lo que estoy segura es que cuando uno tiene ganas de hacer algo, sin tener en cuenta la edad, lo logra.
Me pone feliz ver a este hombre de cabello sal y pimienta salir con su guitarra, consuetudinariamente, con una sonrisa a flor de piel. Es una de esas pequeñas cosas simples de la vida que pueden alegrarnos el día.
Nunca es tarde para empezar a aprender.