Su nombre era Isaac, pero nunca le cayó una manzana sobre su cabeza. Pasó su vida esperando que eso sucediera.
Todos los días se sentaba debajo del árbol de manzano que sus padres habían plantado cuando se casaron. Nunca lo logró.
Un día se le cayó la luna encima, pero él no se dio cuenta que no regía la misma ley de la gravedad.
Isaac murió feliz aplastado por lo que creyó era una manzana.