La cena se enfriaba en la mesa.
Había llegado el momento de concretar. José sentía que le faltaba saliva y que los labios se le pegaban a los dientes.
Habían sido novios durante ocho años, como era costumbre. Visitas a la casa de la novia una vez a la semana, con la madre o los hermanos presentes. Salidas acompañados.
Ahora cada vez que iba a empezar a hablar, alguien atravesaba la habitación y él enmudecía. Sucedió una y otra vez.
Al final el padre de la novia le dijo -Vamos redondeando-.
El pensó que eran muy interesados y desapareció. No conocía la ambigüedad de las palabras.